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jueves, 29 de enero de 2009

Pendientes del monte

Agustín Martín, Cristina Buján, Elisa Pérez y Juan Hermoso.
José Sánchez, Agustín Matías y Juan José Sánchez.
Isabel Nogales, M. J. González, Estibaliz Rodriguez y Domingo Sánchez.
Jesús Monte vigila que el agua no llegue a su comercio

Después de la tempestad llegó a la calma al Peñascal, un barrio en el que lo vivido el martes se repite "con frecuencia". Las voces de la calle señalaban a un mismo culpable.

la voz corría ayer por el Peñascal como el viento del sábado. No es la primera vez que los vecinos lo dicen: "La culpa es de la Supersur". De boca en boca saltaba este comentario un día después del último susto que el agua dio en esta zona de Rekalde. Y lo explicaban: "Con las obras se tapó el colector principal por el que debería haber transcurrido la lluvia".

Las regacheras se convirtieron en cataratas, las calles en ríos con piedras que rodaban desde las laderas y pegaban contra los coches aparcados, y los vecinos volvieron a ser protagonistas involuntarios de una historia que se repite cada vez que las nubes se ponen tozudas sobre Bilbao.

Jesús Monte abrió temprano la panadería, como cada día. El día después reconocía que los servicios municipales habían trabajado con celeridad y dejaron todo limpio la tarde anterior". Hace 60 años que vive en el barrio y aseguraba que el problema son "los trabajos de la autopista, una obra que hay que hacer, pero no han colocado bien las piedras de la base".

El Peñascal ocupa la falda del monte Pagasarri y del Arraiz que conforman "un callejón" por el que discurren las aguas cuando las precipitaciones son más fuertes de lo normal. Era sincero al decir que "no han hecho mal las cosas. Lo que pasa es que es mucha obra, hay piedras sueltas y se las llevó la lluvia".

Está "acostumbrado" a las riadas que "antes" se repetían cada año, y "la gente de los comercios tenemos que estar pendientes para que no entrara el agua", aunque esta vez el suyo ha quedado intacto. Eso sí, "gracias a los parapetos que colocamos", tablas y sacos que guardan en la trastienda.

Agustín Matías estaba seguro de que el origen del problema es que "al construir los pilares de la Supersur taparon el colector de recogida de aguas". En su opinión, "no han previsto que aquí pueda llover como ayer, que no ha sido tanto, 70 litros por metro cuadrado, pero mira el resultado. El problema es que el colector no hace su labor", algo que, según Agustín, quedó demostrado el pasado 1 de junio, con la última riada. Anima a las autoridades a "subir al barrio, ver la obra y depurar responsabilidades".

En la ladera del monte Arraiz está su vivienda, una casa de tres plantas, que a punto estuvo de llevarse una enorme piedra hace 25 años, cuando las inundaciones se cebaron con este barrio. Es un viejo fantasma que reaparece cada vez que llueve con insistencia.

Ayer la normalidad volvió también al bar de Cristina Buján. Hay dos peldaños en la entrada y el martes el agua sólo alcanzó al primero. Aún así, "tuve mucho miedo, y nos fuimos. Es lo mismo que hace seis meses". También se queja porque "con las obras de la Supersur cerraron los conductos de entrada al río y bajó todo del monte". Tiene 30 años y recuerda vagamente lo vivido en 1983, pero opina que "esto seguirá pasando porque estamos rodeados de monte". Éste es un barrio solidario, y cuando dejó su negocio fue a ayudar a Juan, el carnicero, para meter la carne en la cámara frigorífica. También movieron a pulso los coches en cuyos bajos se acumulaban piedras arrastradas formando una barrera para el agua que iba a parar a los comercios.

También estaba más tranquila Estibaliz Rodríguez que el día anterior "tenía los pelos de punta: tardé 45 minutos en cruzar la calle". Pidió, como Agustín, una solución a este problema que se repite "un montón de veces". Se ponía nerviosa al recordar lo ocurrido: llegó a su panadería a las 9.30 horas y cuando vio que las cosas se ponían feas, "cogí a mi aita y fuimos al Instituto de Larraskitu a buscar a mi hermano. Allí no se habían enterado. Los chavales estaban en el recreo".

Aunque era una niña, recordaba que hace 25 años pasó la noche en el monte: "El martes la gente pensaba que iba a pasar lo mismo". Ayer los tablones seguían protegiendo la puerta de su comercio y pedía "que se hagan las cosas como dios manda".

Los comerciantes guardan en la trastienda tablas para tapar la entrada cuando el agua sube

http://www.deia.com/es/impresa/2009/01/29/bizkaia/herrialdeak/532524.php

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